Cada diciembre, las casas, centros comerciales y calles se llenan de árboles de Navidad. Los vemos decorados con luces, esferas, cintas y estrellas; son parte esencial del ambiente festivo. Sin embargo, esta tradición viene de muchos siglos atrás y ha pasado por distintas culturas antes de convertirse en el símbolo que conocemos hoy. Su historia combina celebraciones antiguas, reinterpretaciones culturales y el deseo universal de iluminar los días más fríos del año.
Un símbolo de vida en pleno invierno
Mucho antes de que existiera la Navidad moderna, varios pueblos de Europa ya utilizaban árboles perennes durante el invierno. Estos árboles, que permanecen verdes a pesar del frío, representaban la vida, la esperanza y la continuidad en una época marcada por la oscuridad y las bajas temperaturas.
Los celtas, por ejemplo, decoraban robles con frutas durante el solsticio de invierno; los romanos adornaban sus hogares con ramas de laurel durante las fiestas de Saturnalia; y en las regiones del norte, como Escandinavia, los pueblos germanos y vikingos aprovechaban las coníferas como símbolo de resistencia y renovación. La idea era transmitir que incluso en los meses más duros, la naturaleza seguía viva.
El árbol dentro de la tradición navideña
Con el tiempo, estas costumbres invernales se integraron en celebraciones relacionadas con la Navidad, especialmente en Europa Central. Allí surgió la leyenda de un misionero conocido como San Bonifacio, quien, según relatos antiguos, promovió el uso del abeto como un árbol representativo de vida y renovación.
En la Edad Media, las comunidades germanas empezaron a usar árboles decorados durante la “fiesta de Adán y Eva”; colgaban manzanas, nueces y pequeñas figuras que representaban escenas tradicionales. Esta práctica poco a poco se extendió por Europa, hasta llegar a Inglaterra gracias al príncipe Alberto a mediados del siglo XIX. A partir de ahí, el árbol de Navidad se popularizó en todo el mundo.
Luces, esferas y otros adornos que cuentan historias
Los árboles no siempre estuvieron llenos de luces como los vemos hoy. Durante siglos, las personas colocaron velas para representar la luz en medio del invierno. Una historia muy difundida menciona que Martín Lutero decoró un árbol con velas inspirado en el brillo de las estrellas, aunque no hay certeza absoluta de ello.
Más adelante, con la llegada de la electricidad, el árbol cambió para siempre. En 1882, Edward H. Johnson instaló las primeras bombillas navideñas en un árbol en Nueva York; fue el inicio de las guirnaldas luminosas que hoy iluminan millones de hogares.
Los adornos también evolucionaron. Lo que antes eran frutas, principalmente manzanas, pasó a convertirse en esferas de vidrio soplado y, con el tiempo, en accesorios más ligeros y variados. Cada elemento terminó aportando un toque personal a esta tradición, desde las estrellas en la punta hasta las cintas y figuras que cuentan historias familiares.
Hoy, el árbol de Navidad es un símbolo universal
Aunque el origen del árbol se entrelaza con costumbres paganas y celebraciones cristianas, hoy trasciende cualquier frontera. Representa unión, esperanza y el deseo de iluminar el fin de año. También ha evolucionado con el tiempo. Surgieron los árboles artificiales, que nacieron en Alemania a partir de plumas teñidas, y más tarde se expandieron como una alternativa práctica para quienes viven en ciudades o prefieren una opción reutilizable.
Un tradición que sigue viva
Colocar un árbol de Navidad sigue siendo un momento especial. No importa si se arma en familia, si se decora poco a poco o si se transforma en un proyecto creativo. Lo que mantiene esta tradición tan fuerte es su mensaje universal: incluso en los días más fríos y oscuros del año, siempre podemos crear luz, color y unión.
En Unicentro, ese espíritu de luz y unión que representa el árbol de Navidad también se vive cada diciembre. Los visitantes pueden disfrutar de ambientes llenos de color y decoraciones que evocan esta tradición que ha viajado por siglos. Al recorrer los pasillos y compartir momentos en familia, el sentido de esperanza y celebración que inspira el árbol encuentra un espacio para sentirse más vivo que nunca.


